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jueves, 13 de septiembre de 2007

EL ÁNGEL DORMIDO


EL ÁNGEL DORMIDO


-a ese Ángel nuestro que se nos ha ido-

Entre las cúpulas y los tejados,
sobre los recuerdos y su puerto amado,
su ciudad y su tierra, en la sombra
alrededor de su sueño que se prolonga eterno,
desde su mar de mirada jovial y risueña,
duerme ese Ángel tan nuestro.

¿Quien es ese joven que apareció de repente?.
Sabemos de sus alas, ya nos lo dijo, ¿te acuerdas...?;
pero calló su sufrimiento con la sonrisa puesta
como quien guarda celosamente sus cosas íntimas,
para si, para siempre.

Alrededor de su sueño se alargan nuestras noches...

Es blanco y esta erguido cual estatua que no
quiere ser, mejor, como nube densa de paz
que se refleja en los espejos bellos del agua.

Hay Luz en su frente, en sus ojos es claridad toda,
y guarda en sus manos un flor roja, una flor de amor
para quien tanto y tanto le llora.

Mirad, está batiendo sus alas.
Mirad su vestido fulgurante entre el azul
en un ornato de belleza pura,
en un paisaje de letanías dulces
que lo envuelve entre sus pliegues.

Escuchad el sonido melancólico de sus violines,
de su consecuente espacio estrellado
en la caricia del tiempo no contenido
de un límite que ya, no tiene puertas ni ventanas,
solo cielo abierto, solo y todo, más que todo.

Silencio, paz y silencio para el descanso etéreo,
para el vuelo de unas alas que son lazo de amistad,
canto de amor, soneto de cuerpo entero
que nos cubre y nos anhela en su presencia
hasta alcanzar un día ese silbido de alas,
esa inmortal materia que en su vuelo, para siempre,
resonará en los siderales espacios,
en infinitos días de felicidad y valentía.

Eres la contemplación del universo.
Eres al fin, lo que tanto decías.


Carlos Gargallo/Septiembre 2007 (c)

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