Apenas se escuchan las notas
de unos violines callejeros;
cae la lluvia fina, intima
sobre los tejados dormidos
y van encendiéndose luces
repletas de reflejos
sobre el espejo opaco del asfalto.
Un hombre joven,
mira su reloj en una esquina
mientras pasan a su lado las gentes
con bolsas cargada de prisa
y paraguas que luchan
por ocupar un vacío.
Una mano se alza sobre ellos;
una mano que pertenece
a una cara con ojos que brilla,
a una sonrisa abierta
y el delicado cabello color manzanilla.
El chico del reloj
no volverá a mirar la hora;
su noche,
se ha hecho, al fin, día.
Carlos Gargallo (c)
2 comentarios:
Buenas imágenes, buen texto.
Paso a dejar un saludo poeta.
Cuidate mucho, un abrazo.
versos que tientan al corazón
precioso
besos
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