Era un día cualquiera
y todos los caminos
me alejaban de Roma.
Inversamente proporcional
a un estado de ánimo
envuelto en papel de celofán
o de estraza según se mire.
Tenía la sensación de saber
hacia donde me dirigía
como esas bandadas de pájaros
que emigran hacia el Sur,
pero el Sur, parecía perderse
en la niebla prendida.
Como un hombre poseído
lo busqué por todas las veredas,
montes, valles y sendas.
Entonces caí en que me había perdido
y ya no supe encontrar la vuelta.
Una luz, a lo lejos,
me devolvió la esperanza,
corrí como nunca lo había hecho
hasta alcanzar un cartel que anunciaba:
Roma, ciudad eterna.
Llegué a las antípodas de donde yo quería
y lloré.
Carlos Gargallo (c)
7 comentarios:
Por muy perdidos que podamos llegar a estar, siempre hay una salida...
Precioso!!
Besitossssss
Me estoy dando cuenta que las poesías también pueden contar mucho, soy un solemne ignorante en estos mares, aunque mi afán por aprender es grande y andar tengo, por estos lugares…
.saludos de un humilde Cuentacuentos.
Hermoso poema, como todo lo tuyo
Un abrazo
María Rosa
Ay Principito, Carlos Gargallo, ese sur amado, ese cabello color manzanilla haciendo luces entre los versos. Me gustó pasear por tu blog, recordé la voz de un poeta que escribía: Roma no existe, aunque más allá, tal vez, la encontraría. Un abrazo.
perderse, de vez en cuando, es tan bueno!!!!! mE GUSTA!
uN ABRAZO
ROXANA
Caminando hacia ese lugar donde las lágrimas se fundan en el asfalto saciando de una vez los sentimientos de pesadumbre...
Qué lejos parece a veces,que imposible de encontrar el camino,¿verdad?
Al fin lloraste...y consoló tu alma.
Precioso,como siempre.
Un beso.
Buen poema Carlos!
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