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viernes, 6 de marzo de 2009

Los gallos de la madrugada.

Otra vez con la taza de café
calentándose las manos
y la silla de enfrente
mirándolo indiferente.
Mil miradas al reloj
que baila sus agujas
al descompás
de quien espera y desespera.

Un poema en una servilleta de papel,
varias firmas ensayadas en otra,
el camarero, de lejos,
mirando de reojo
mientras cantan los gallos de la madrugada.
Al fin, un autobús, se aproxima a la terminal,
gente, maletas, y una margarita deshojada
con el -no- como respuesta.

Carlos Gargallo (c)

5 comentarios:

Marina Casado dijo...

¡Gran poema! Por alguna razón, el reloj siempre es el testigo principal de todas las historias...

Un saludo.

Manolo Jiménez dijo...

Hermoso poema, bello como la espera y descriptivo como el final.

Saludos.
Manolo

lichazul dijo...

carlos

quedarse con la mochila lista es una gran frustración...

muakismuakis

Isabel Huete dijo...

Qué soledad hay en los cafés en la madrugada! Como la de esa margarita negadora de la fortuna.
Besotes.

mercedes saenz dijo...

Me gustó todo el poema Carlos y esa margarita que desde su inocencia dice no. Pensar que se arranca con los dedos, casi como haciéndonos partícipes de la sentencia. Felicitaciones Carlos, poeta. Un abrazo. Merci