La bella silueta de la catedral
se dibujaba frente a mi;
la noche la hacía más alta,
más, como diría,
esbelta.
Las estrellas pululaban
esperando la proximidad del alba.
Todo el silencio se agolpaba en las esquinas
menos el monólogo irritante
de un borracho a lo lejos.
La plaza despejada,
parecía un solar abandonado
como si allí nunca hubiera pisado nadie,
mientras era observada por aquella figura
con manos en los bolsillos y ojos soñolientos.
Nunca imaginé que me vería en ese trance.
Sentir la soledad, a veces, es bueno,
lo malo es sentirse solo.
Duerme la ciudad,
caen los suspiros sobre mis zapatos,
ni un presente cabe en la palabra presente.
Se va aproximando la hora
de volver a esconderme.
Los fantasmas tenemos eso,
nadie nos ve cuando aparecemos.
Carlos Gargallo (c)
11 comentarios:
Los suspiros caen sobre mis zapatos.
Preciosisimo poema. Un abrazo.
No hay peor soledad que la del alma.
Un beso, bonito tu poema.
Iba a decir lo mismo que MiLaGroS, así que me callaré, a la espera del próximo, sin duda tan bueno y sentido como este.
Abrazos.
Buen domingo poeta, lindos sus versos acompañados de suspiros.
Saludos.
Maravilloso poema, como siempre nos tienes acostumbrados, da gusto leerte
Un besito Rosario
intenso tu poema...
Abrazos.
intenso tu poema...
Abrazos.
Un hermosa forma de rescatar esos segundos de intensa soledad. Fundido en un paisaje dormido, arropado por la piedra antigua... y suspirar.
Un beso.
Soledad.
Sentir la soledad cuando es tomada como espacio de reflexiòn, de paz, es placentera....dirìa hasta que la gozamos porque es elegida...el sentirse solo...desamparo, angustia, desesperaciòn...y tanto..
Un abrazo muy grande.
Marìa Laura.
tus poemas si que llegan a lo profundo de mi ser!!
felicidades!!
Evocas tanto en esa imagen "caen los suspiros sobre mis zapatos"...la hora de los fantasmas y el marco de la plaza con la catedral al fondo que nos mueven en todo su entorno; todo habla en tu poema...todo y lo significativo del personaje que ahoga sus penas en alcohol, lo que cuenta el espíritu de la plaza en sus desiertas noches, y la puerta cerrada de la catedral donde ni siquiera existe la posibilidad de descargar el llanto en uno de sus bancos...todo duele aquí.
Te abrazo,
Anna Francisca
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