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jueves, 18 de junio de 2009

Quién apagó el ventilador

Otra vez con la luna a cuestas

y las persianas a media asta

por noches de verano,

a oscuras con sus sudores

y un cigarro por los balcones

poniendo oído al susurro ajeno,

a bocanadas de gato panza arriba,

de calles mal encendidas

y manos calientes

bajo faldas frías.

Que venga alguien,

me da lo mismo,

llamad a la guardia urbana,

al 7º de caballería,

o al capitán Trueno...,

pero que venga alguien

y me devuelva mi invierno.

Carlos Gargallo (c)

7 comentarios:

Amando Carabias dijo...

Tampoco está mal un cigarro contemplando cólo las estrellas cantan y los grillos brillan y una piel ajena se estremce por una cálida caricia.
Es que por aquí el invierno tiene rostro de fiero ogro devorador de sueños.
Un abrazo.

Emilio dijo...

Carlos, súbete para acá, que en el norte de momento ¡21 grados!

Saludos.

Flamenco Rojo dijo...

Carlos, ya me gustaría conocerte, pero si puedes no vengas ahora para el Sur, de momento 44ºC.

Salu2

BARROSO dijo...

Esas noches de calor en las que no se puede dormir a veces pesan... Sí, pesan como losas cuando se intenta escribir y el calor puede más que la inspiración, el sudor más que el pañuelo que lo seca, y el cigarro, más que la sed que provoca el ansia de ese beso ya lejano, tanto que quedó atrapado en un invierno que nadie nos podrá devolver.

Leni dijo...

Un poema de verano para el invierno.
El ser humano se mimetiza de forma diferente con lo que le rodea.

A mí personamelte el verano me encanta.
El invierno me causa tristeza.

Un beso

galmar dijo...

sí que hace calor!!! yo llamaba a alguien que volase, no sé, supermán, o la abeja maya, para que me diese un paseo por el cielo o hasta la cara oculta de la luna, que supongo que allí hará más fresquito :)
un beso! y feliz fin de semana :)

Anna Francisca Rodas Iglesias dijo...

Cuando se dan licencias para llevar la luna sobre las emociones y convertirse en observador introspectivo, el abanico imaginario puede traducir el invierno en sensaciones que van desde la humedad del rocío hasta el frío extremo que nos vuelca a buscar abrigos donde ya no habitan.

Un fuerte abrazo poeta,

Anna Francisca