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viernes, 20 de febrero de 2009

Aquella mujer

Percibo el tiempo llegando en ecos lejanos
sobre la almohada de los sueños.
Quizás sea la hora de creerse
otra vez niño dormido
en los brazos aquellos que se fueron.
Yo sonrío ante aquella cara
pintada color melocotón y fresa,
piel de seda, voz armoniosa,
nana de beso y pecho.
Y esos ecos lejanos,
se me clavan en el alma,
derraman dolor
en este corazón infantil
que nunca terminará de crecer
y de creer en aquella mujer.

Carlos Gargallo (c)

5 comentarios:

Inés Bohórquez (Ibo) dijo...

siempre alguien nos marca poeta!

un beso

Anónimo dijo...

Elegantes tus versos, poeta. Un placer leerte.

Antonio del Camino dijo...

Carlos:

La memoria y el tiempo. Sin duda buena urdimbre para tejer nuestros poemas.

Cuando puedas, pasa por mi blog. Hay algo para ti.

Un abrazo.

Inés dijo...

Dios la bendiga! tu corazón de niño y hombre no para de crecer, cree y siente como niño, lleno de pureza y poesia.

te abrazo y beso amigo,
Inés

Inés dijo...

Carlos,
no sé si se guardó mi comentario, de todas formas sabes que te acompaño siempre
un abrazo, Inés